Nutrir nuestra alma en un mundo que corre

Nutrir nuestra alma en un mundo que corre

Vivimos en un mundo que anda a mil. El reloj marca la agenda, las prioridades suelen girar en torno a producir, lograr, alcanzar, generar dinero o éxito profesional. Y en medio de este ritmo, es muy fácil caer en el piloto automático: hacer, hacer y hacer.

Este movimiento constante está relacionado con lo que Jung llamó la energía masculina, esa fuerza de acción, de dirección, de metas. Es necesaria, pero cuando olvidamos su contraparte, terminamos viviendo en un desequilibrio interno.

Carl Jung hablaba de la importancia de reconocer dentro de cada persona una pareja interna:

  • La energía masculina, ligada al hacer, la lógica, la acción.
  • La energía femenina, ligada al sentir, la intuición, la receptividad.

Ambas existen en cada ser humano, sin importar el género. El reto está en darles espacio y permitir que dialoguen. Cuando solo habitamos en la acción y la exigencia, nuestra energía femenina queda relegada. Y con ella, olvidamos lo esencial: nutrir el alma.

¿De dónde nace la autoexigencia?

Mucho de este automatismo de vivir en la energía masculina tiene raíces en nuestra historia.

Cuando de niños nos faltó aprobación o validación, o cuando crecimos con referentes de energía masculina muy fuerte, solemos aprender que “valemos por lo que hacemos”. Desde ahí se forma el patrón de la autoexigencia: producir, rendir, demostrar. Esto trae consigo dos consecuencias frecuentes:

  • Nos cuesta parar.
  • El descanso genera culpa, porque sentimos que si no hacemos, no valemos.

Así, terminamos reforzando la creencia de que el hacer constante nos da identidad y reconocimiento, mientras dejamos de lado el Ser.

¿Qué significa nutrir nuestra alma?

Nutrir el alma es recordar que somos más que productividad. Es permitirnos pausas, disfrute y conexión. Es abrir espacio para lo que nos inspira, nos calma y nos da sentido.

Algunas actividades que nutren el alma pueden ser:

  • Pasar tiempo en la naturaleza.
  • Leer por placer, no por obligación.
  • Crear: escribir, pintar, bailar, cocinar.
  • Practicar silencio, meditación o simplemente respirar profundo.
  • Conversar y compartir con amigos.
  • Escuchar música que nos emocione.

Cada persona tiene sus propias formas, lo importante es reconocer qué te conecta contigo mismo más allá del hacer.

El equilibrio necesario

No se trata de negar la energía masculina. La acción y los logros son importantes. Pero también lo es la pausa, la escucha interna, la conexión con lo sutil. El verdadero bienestar surge cuando ambas energías trabajan en armonía, cuando el hacer está acompañado del ser.

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