El Poder del trabajo con el Niño Interior

En psicología, el niño interior representa esa parte emocional, creativa, espontánea, curiosa y juguetona que todos llevamos dentro. Pero también es el reflejo de todas esas memorias que vivimos durante nuestra infancia, especialmente aquellas experiencias difíciles o dolorosas que nos dejaron una huella emocional profunda.
Hablo de esas heridas que se graban en el inconsciente: como el rechazo, el abandono o la injusticia. Y ojo, no necesariamente tienen que haber sido situaciones muy problemáticas. A veces, lo que para un adulto tiene una lógica —como que un padre tenga que trabajar muchas horas para mantener el hogar— para un niño puede sentirse como abandono. Porque el niño no racionaliza, simplemente siente.
Y cuando esas heridas no se sanan, la vida suele traernos situaciones similares una y otra vez, como una especie de eco, una invitación constante a mirarlas, a sanarlas y trascenderlas.
¿Por qué es tan importante conectar con nuestro niño interior?
Trabajar con tu niño interior no solo te permite recuperar esa parte creativa, curiosa y libre de ti. También te da la oportunidad de ofrecerle lo que no recibió: amor, atención, escucha, contención. Y eso lo puedes hacer ahora, como adulto, desde la consciencia. Es decirle lo que necesitaba escuchar. Es abrazarlo desde tu versión presente. Es darle un lugar seguro dentro de ti.
Y desde ahí, fortalecer tu autoestima, tu seguridad y tu confianza. Porque cuando empiezas a sanar esas heridas, cambia la forma en la que te relacionas contigo y con el mundo. Por ejemplo, si de niño sentiste rechazo o abandono, es muy probable que de adulto vivas con esa sensación de no ser suficiente. Puedes tener una pareja amorosa, amigos cercanos, incluso éxito profesional, pero dentro de ti sigue esa vocecita que teme no ser valorado, que tiene miedo a ser rechazado, aunque lo externo no diga eso.
¿Cómo empezar a sanar?
La herramienta que utilizo en terapia transpersonal se llaman las grabaciones emocionales. Este ejercicio te permite volver a visitar esas experiencias desde un espacio seguro, tomar conciencia de lo que sucedió y resignificar la historia.
Se trata de visualizar nuevamente la escena dolorosa, pero esta vez con el adulto que eres hoy acompañando al niño que fuiste. Es cambiar el recuerdo emocional que quedó grabado, para que deje de doler y deje de repetirse.
El objetivo es neutralizar esas vivencias difíciles, transformar su impacto y permitirte abrir espacio a nuevas formas de pensar, sentir y actuar. Para que dejes de sentirte rechazado, abandonado, o no suficiente. Para que puedas, finalmente, reconocerte como valioso, merecedor, y amado.